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Al cumplir los sesenta. Un sendero de vida.

Al cumplir los sesenta, un sendero de vida. Josep Guasch, psicoterapeuta, coach, consulta de coaching y psicoterapia, Sabadell, Terrassa y online. (PNL, Hipnosis, Psicoterapia Gestalt, Análisis Transaccional, Terapia del niño interior, Terapia por fatiga pandémica covid19)

“Para que exista la falta debe haber espera, un tiempo abierto,
algo por cumplirse, conjeturas.

O mejor: exigencias, un nivel de derecho.
La falta surge en la encrucijada del nivel de hecho.

Es a partir del «debe de haber» que algo puede faltar.”
(Oscar Massota)


Al cumplir los sesenta.

Al cumplir los sesenta años parece abrirse otra dimensión de la experiencia vital.

¿Qué se siente al cumplir los sesenta?. Esta es la pregunta que, a modo de felicitación, me soltó un conocido. Pues sí, hace poco los cumplí. Y a veces, cuando queremos compartir lo que sentimos, caemos en la trampa de explicaciones, justificaciones y demás. Pero si tengo que hablar de lo que siento es de nostalgia.

La nostalgia, para mí, es una tristeza referida a algo preexistente. A veces puede ser algo concreto (una persona, una casa, una ciudad…). Otras veces esa nostalgia se remite a algo impalpable, quizás intuido. Y es a este segundo aspecto de la nostalgia al que me refiero ahora.


¿Nostalgia de qué? y ¿a qué se refiere esta nostalgia al cumplir los sesenta?

No creo en las definiciones precisamente matemáticas al hablar del mundo emocional, por eso me extenderé un poco… O eso creo.

Al cumplir los sesenta… Nostalgia… ¿de qué?

Describo el concepto pulsión, tal y como lo describe Oscar Massota. Libro “El resguardo de la falta”, “Lecciones de introducción al psicoanálisis”:

“Esa fuerza (la pulsión) que nos impulsa a realizar una acción para satisfacer una tensión interna, no tiene objeto. A diferencia del instinto que sí tiene un algo o alguien hacia el que hacerlo para diluir la tensión”.

Y me parece especialmente metafórica el término “falta” elegido por Massota.

La participación mística, la fusión del yo con el "no-yo"

Existe un anhelo interno por formar parte de un algo mayor. Sea lo que sea que entendamos por ese «algo mayor»

Este sentimiento de hallarse en falta yo lo relaciono con el “sentimiento oceánico” descrito por Freud. Ese anhelo por volver al estado interno vivido en el seno de la madre, antes de nacer. También conocido como estado de “participación mística” por Jung:


“El sujeto no acierta a diferenciarse distintamente del objeto, vinculándose a él en virtud de una relación directa que podríamos llamar identidad parcial. Esta entidad se basa en una unidad a priori de objeto y sujeto».


Sin embargo al cumplir los sesenta, ¿Cuál es el vínculo con ese estado de beatitud interna?

De la inconsciencia inconsciente a la inconsciencia consciente, el tránsito a la madurez.

Antes de aparecer en este mundo éramos inconscientemente incompetentes. No sabíamos que no sabíamos. Ahí en la barriguita de mamá vivíamos y nos formábamos felices, sin preocupaciones. Probablemente algún sobresalto hormonal si tuvimos una madre especialmente estresada, pero era con lo que nos formábamos…. Ese estado de inconsciencia inconsciente, el sentimiento oceánico, la participación mística. Hay quien lo relaciona con el Edén bíblico de antes de la “caída”.

Y fue precisamente la caída, los primeros remolinos en el cuello uterino los que nos apartaron de ese estado. Y aparecimos aquí. Fue cuando abordamos el darnos cuenta que no sabíamos nada, empezamos a ser conscientemente incompetentes. Y creo que nunca deberíamos apartarnos de esta inocencia en el saber que no sabemos.

Los primeros momentos de madurez, incorporando la consciencia.

Pero ocurre que aprendemos cosas y, de algunas, en algunos momentos, nos hacemos conscientemente conscientes. Por ejemplo: cuando aprendo a conducir, me esfuerzo conscientemente en coordinar el embrague, cambio de marchas, freno y acelerador. Poco a poco esto se convierte en un automatismo y aprendemos a utilizarlo. Entonces mi competencia en conducir se hace inconsciente. O más bien dicho inconscientemente competente. No sé que sé.

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De la incompetencia inconsciente a la competencia inconsciente.

Este juego en el aprendizaje de conductas y habilidades lo podemos contemplar desde otro nivel. El juego de la vida. Quizás las reglas no sean exactamente las mismas pero siempre me ha resonado.

Nunca dejamos de aprender y, en el mejor de los casos, andamos continuamente en ese ciclo de aprendizaje consciente. Todo esto hasta, creo, en el último tramo de la vida.


Al cumplir los sesenta, el tránsito del miedo al amor.


Creo firmemente que el siguiente paso en la evolución de la especie es el tránsito hacia el amor. Y creo que esto se hace más evidente con el paso de los años.

Al cumplir los sesenta se abre una nueva dimensión en la vida.

La aparente oscuridad lo es por el contraste con la luz.

Como he señalado antes, el nacimiento no fue precisamente algo plácido. Al nacer dejamos un estado de fluidez serena, indiferenciada, a otro ambiente frío, áspero. Empieza el darnos cuenta de lo que es “yo” y “no yo”. El proceso de la diferenciación. Pero sólo es el comienzo.

Y en ese comienzo aparece el miedo. Yo creo firmemente que es la primera emoción que conocemos, el miedo. La supervivencia está implicada durante el trauma del nacimiento.


A partir de este momento el ego se va formando y, con él, el aprendizaje consciente. También vamos aprendiendo a amar. Y es el amor, al principio por la madre y el padre, lo que nos va apartando del miedo. No en vano dicen que el opuesto del miedo es el amor. El amor une, el miedo separa.

 

El centro de la conciencia es el ego.

Esta frase es de Jung. Y este ego incipiente tiene la función de otorgar sentido, continuidad e identidad personal a través de la vida. Pero no es la totalidad de la psique. Jung denominó “sí-mismo” a ese centro que equilibra los aspectos conscientes e inconscientes de la psique. Trasladar el centro de gravedad, del ego al sí mismo es un momento necesario en el proceso de individuación.

Pero significa destronar al ego y su necesidad de control

El miedo vuelve a aparecer en este momento. Ya no hay control, y el tiempo se acaba. La percepción de finitud es cada vez más cierta.

Sin embargo, en la segunda mitad de la vida, la conciencia nos urge a volver la mirada a otro lugar para seguir encontrando sentido. El ego, en el mejor de los casos, debe rendirse a algo de orden superior. Llamémosle conciencia, sí-mismo, self, yo superior etc.

Y sigo citando a Jung:

“La primera mitad de la vida se dedica a formar un ego saludable, la segunda mitad se va hacia adentro y lo deja ir.”

Dejar ir al ego al cumplir los sesenta....

Dejar ir lo que ya no está en el orden principal de prioridades.

Dejar ir al ego (que tanto costó construir), nuestro “centro de control y poder” es una tarea difícil. Significa una rendición consciente a la Vida, a la segunda mitad de la vida pues según Jung:

“La segunda mitad de la vida, el atardecer, no debe estar gobernada por los mismos principios que rigieron el amanecer, pues no tendrán el mismo sentido que tuvieron antaño”.

Y, como dije antes, desprenderse del miedo al soltar el ego sólo es posible, creo, mediante el amor. Y sigo citando a Jung:

“Donde reina el amor, no hay voluntad de poder, y donde predomina el poder, falta el amor. El uno es la sombra del otro.” – Carl Jung

En este momento de la vida recomiendo, para quien no lo haya hecho aún, un trabajo de recapitulación. Una especie de biografía emocional con ánimo sanador. Hay muchas formas de hacerlo, para hacerlo individualmente (no siempre recomendable) adjunto un enlace a un texto inspirador. El camino tolteca de la recapitulación.

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Recapitular y resignificar el sendero recorrido


Al cumplir los sesenta, «el peso del mundo es amor».

Al cumplir los sesenta, un poema de Allen Ginsberg vuelve una y otra vez a mi memoria: “Canción”. Es un poema al amor, pero no ese amor edulcorado y simplón. Dice así:

«El peso de este mundo
es el amor.
Debajo de la carga de la soledad,
debajo de la carga
de la insatisfacción
el peso,
el peso que cargamos
es amor.
¿Quién podría negarlo?
Toca al cuerpo en los sueños,
crea milagros en el pensamiento,
en la imaginación padece
hasta que logra concretarse en otro cuerpo
–y mira desde el corazón
ardiente en su pureza–
porque la carga de la vida
es el amor;
sin embargo llevamos la carga con fatiga,
por eso es que debemos descansar finalmente
en brazos del amor,
descansar en los brazos del amor.
Sin amor no hay descanso,
no se duerme sin sueños
de amor– Y aunque estés loco, obsesionado
con ángeles o máquinas,
el deseo final es el amor.


–Nunca es amargo,
y no sabe negarse,
no sabe contenerse aunque lo nieguen
es demasiado el peso.
–Y da sin esperar a cambio nada,
así como la idea nos es dada en soledad
en toda la excelencia de su exceso.
Los cuerpos tibios brillan juntos en lo oscuro,
la mano busca el centro de la carne,
la piel tiembla feliz
y el alma llega alegre al ojo
Sí, sí, esto es lo que quería,
es lo que siempre quise,
volver
al cuerpo
en que nací.»

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La belleza física tiene fecha de caducidad, ¿ocurre lo mismo con la esencia?

Es un bello modo de unir lo que finaliza con lo que comienza.

Recuerdo este poema de mi época de estudiante. A mí siempre me gustó lo marginal, lo repudiado, y más aún en mi juventud. Y Allen Ginsberg formó parte de esa generación contestataria de los años 50, la generación Beat.


La psicoterapia de las interacciones del Yo y la Valentía de amar.

Mi alma de adolescente que leía tardíamente esos versos (la España tardona de entonces), se sentía atraída por un no sé qué. Ahora, al cumplir los sesenta años, advierto desde qué lugar se escribió y a qué tipo de amor se refería.

Una percepción parecida surgió en mí al leer el libro de Gilligan “La Valentía de amar”. En su forma es la presentación de la “psicoterapia de las interacciones del yo”. En su estructura profunda rezuma esa “valentía de amar” del título.

Siento de un modo cada vez más intenso esa llamada del último tramo del trayecto. Desprenderse del ego (la fuente de la conciencia) para servir a eso que llamamos Vida que incluye, a título personal lo consciente y lo inconsciente. Y también la rendición consciente a lo colectivo.

En una formación que recibí, hace ya tiempo, se nos invitaba a visitar los últimos momentos de nuestra vida. En esos instantes, y mirando hacia atrás se nos invitaba a resonar la pregunta:

¿Ha sido una vida bien vivida?.

Al cumplir los sesenta... psicoterapia transpersonal en Sabadell

El amor, algo perdurable más allá de la transitoriedad del vínculo.

Ahora, al cumplir los sesenta, percibo la proximidad de esa pregunta cada vez más cerca. Y ese es el peso que siento del amor, ese saberlo y aceptarlo. Y reconsiderando la respuesta sentida, me ayuda a ser, cada vez más consciente. Creo que sí, que hasta ahora ha sido bien vivida, con mis locuras y mis rarezas, con mi rebeldía y mi dulzura. Con mis faltas y mis virtudes. Sé que no gusto a todo el mundo, tampoco lo pretendo. Y sé que me duele más no agradar a algunas personas que a otras. Pero ese es el precio de la diferencia. Y vuelven unas palabras de Jung a mi conciencia, ahora, en este momento:

«El amor verdadero establece siempre vínculos duraderos, responsables. Necesita libertad sólo para la elección, no para la realización.»

El amor, aparece antes de la posibilidad o no de realización. El poder realizarlo es la satisfacción del ego, pero esto viene (si es que viene) después. El «peso» del que habló Ginsberg es la irremediable insatisfacción, siempre o en algún momento. Sin embargo, lo primero perdura.


El gran místico y poeta sufí Rumi afirmó:

«Hay una gran vela en tu corazón,
lista para ser prendida.
Hay un vacío en tu alma,
listo para ser llenado.
Lo sientes, ¿verdad?
Sientes la separación
del Amado.
Invítale a que te llene,
abraza el fuego.
Y recuérdaselo a aquellos que te dicen lo contrario».

Al cumplir los sesenta, sentido y significado de vida.

La llama se define por su forma y por la oscuridad que la delimita.

Hasta el próximo artículo, recibe un cordial saludo.

www.josepguasch.com

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Al cumplir los sesenta. Josep Guasch, coach, psicoterapeuta, consulta en Sabadell, Terrassa y online. Coaching y psicoterapia (Ansiedad, acompañamiento y estrategias para adelgazar, dejar de fumar, autoestima, adicciones, Terapia por fatiga pandémica (covid19) etc.…).

 

Resumen
Al cumplir los sesenta, un sendero de vida
Título
Al cumplir los sesenta, un sendero de vida
Descripción
Uno de los aspectos de la psicología transpersonal es encontrar un significado a la propia vida. Esta necesidad suele aparecer con más fuerza a partir de la madurez.
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Josep Guasch, coaching y psicoterapia
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2 Comentarios

  1. Yo he sido un nostálgico siempre y en todo momento a partir, creo, de los 40 más o menos. Recordar me lleva a evocar, a lo mejor debido a que mi imaginación está desbordada por regla general. Siento nostalgia de escenas o sensaciones (incluso de aromas) mientras escribo, mi mayor afición. En fin, gracias por tan interesante y sentido artículo.

  2. Gracias Marcos, tu comentario me trae a la memoria una de las escenas iniciales de «En busca del tiempo perdido» de Proust, cuando el recuerdo del sabor de la magdalena mojada en té le trae, al Swann adulto, todos los recuerdos vinculados a su infancia y a las magdalenas que le ofrecía su tía los domingos por la mañana. El poder de la memoria y las ventanas de la misma.

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