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El patriarcado y sus mandatos hacia los hombres

El patriarcado, sus mandatos hacia los hombres. Hombres pro feministas. Josep Guasch, psicoterapeuta, coach, consulta de coaching y psicoterapia (PNL, Hipnosis, Terapia Gestalt, Análisis Transaccional, Niño interior) en Sabadell y Terrassa.

 

Sexo y género. Configuración de la Identidad Masculina y Femenina

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Roles y estereotipos en el patriarcado

El sexo hace referencia a una realidad biológica que condiciona factores psicológicos y sociales. Parte de la diferencia entre tener pene (hombre) y vulva (mujer). También existe una realidad silenciada, el polimorfismo sexual, aquellas personas que nacen con caracteres sexuales primarios indiferenciados.

El género es una construcción social que, partiendo de la realidad biológica, deposita diferentes expectativas en hombres y mujeres. Estas expectativas diferenciadas despliegan dos identidades a las que se asignan distintos roles con diferentes derechos y oportunidades. Y si bien se dice que somos iguales ante la ley, la realidad es que el modelo imperante ha asignado una posición de poder al hombre.

El rol asignado al hombre se basa en las ideas básicas de fuerza, imposición, rivalidad y exigencia. Añade a ello la negación de la sensibilidad y la vulnerabilidad confundiendo, a menudo, ambos conceptos con debilidad.

De hecho existe una definición de hombre que se basa en una triple negación. A saber, un hombre es aquello que no es:

  • Mujer
  • Niñ@
  • Homosexual

Poco cabe esperar, pues, de un modelo que se basa en la negación. Los hombres pro feministas trabajamos en la deconstrucción de este modelo de masculinidad hegemónica. Un modelo impuesto por el patriarcado, veamos qué es.

El patriarcado

Este modelo ha configurado una forma estereotipada de ser hombre. La llamada masculinidad hegemónica o patriarcal. El sistema que ha establecido esta diferenciación de roles y expectativas, el patriarcado. Este último fija una serie de conductas, valores, creencias y actitudes que “se le suponen” a todo hombre.

En este estándar, además, el hombre se proyecta en lo político y laboral y se aparta del mundo íntimo-afectivo-emocional. Además, debe mostrarse fuerte incluso ante sí mismo y, sobre todo, frente a las mujeres.

Y como he apuntado antes, este concepto de fortaleza está fuertemente contaminado y sesgado. No se trata tanto (según el modelo patriarcal) de una cualidad sino más bien de la ausencia de otra. La negación de gran parte del mundo emocional, la sensibilidad y la vulnerabilidad.

 

La masculinidad hegemónica

Suscribir el modelo de masculinidad hegemónica supone formar parte de un club selecto y selectivo. A no cualquier varón se le supone la suficiente “hombría” como para formar parte. Además es algo que continuamente interpela y somete a prueba al hombre.

Es habitual que el ingreso se realice mediante “rituales de iniciación”. Desde los ritos de sociedades ancestrales y algunas actuales tribus, hasta las “novatadas” en el antiguo “servicio militar”.

Hasta no hace mucho, algunos padres celebraban la mayoría de edad de sus hijos invitándoles a un cigarro, una copa y llevándolos “de putas”. En la publicidad, a más de un@ les sonará anuncios del tipo “soberano cosa de hombres”.

El modelo básico de fuerza, imposición, rivalidad y exigencia, exige también inclinación hacia el riesgo y la erótica del poder. Todo ello no exento, en muchas ocasiones, de cierta chulería que es excusada.

El formar parte de este club selectivo apela a una necesidad básica. La necesidad de pertenencia. Es por este motivo que no pocos hombres se esfuerzan por formar parte de…. Incluso en ocasiones con poca convicción.

 

Lo que debe ser un «hombre» según el modelo patriarcal

Existe un descuido por el propio cuerpo y tendencia a los excesos, especialmente en comida y bebida. En ocasiones, incluso esto, es motivo de exhibicionismo.

La práctica del deporte no se considera un cuidado del propio cuerpo sino como ocasión para rivalizar.

Demostrar la propia «virilidad», fuerza, logros para ser validado como hombre. Necesidad de destacar. Autoestima dependiente del refuerzo externo.

El hombre mira a lo público y social, y es ahí donde se mide constantemente con otros hombres, sus rivales. Y es muy especialmente ante un hombre que el hombre difícilmente manifestará su vulnerabilidad.

Es habitual que un hombre comparta sus momentos difíciles con una mujer, pero no con otro varón. Esta resistencia es una de las razones de los grupos de hombres pro feministas que trabajan con perspectiva de género.

Liderazgo autoritario. No se contempla tanto el liderazgo como una coordinación sino más bien como un puesto de poder.

 

El hombre hegemónico y su relación con la mujer

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La larga historia del patriarcado.

Tras siglos de dominación del patriarcado, el hombre se ha acostumbrado a ver en la mujer a un ser inferior. Y si bien esto es cuestionado en los últimos años, en la práctica sigue siendo así.

Probablemente el machismo ya no sea “políticamente correcto”, pero en su lugar se han desarrollado unas prácticas suavizadas, los micromachismos.

Hasta ahora, el hombre sólo podía mantener esta posición de privilegio, siempre, en el hogar, frente a su compañera, pues en el aspecto social y laboral, no siempre era/es “el que manda”.

El hombre ve en la mujer a una compañera que ejerce las funciones de cuidadora y acompañante. Hasta tal punto llega esta imagen que el hombre se siente atacado si su compañera discrepa ante él en algún tema, especialmente en un espacio público.

Miedo al feminismo y a los avances de las mujeres. Este miedo, en ocasiones, se disfraza de rechazo y violencia.

El hombre en el núcleo familiar cumple con la función de protector y proveedor. A la mujer se le delegan “funciones secundarias”, el cuidado de la casa y personas dependientes entre otras.

El hombre patriarcal, más allá de sus responsabilidades laborales, goza de plena disponibilidad de su tiempo. No se responsabiliza ante las tareas domésticas o de cuidado. Los más “modernos” dicen que “ayudan” a su compañera. Por supuesto, cuando tienen tiempo y les va bien.

 

Masculinidad patriarcal y sexualidad

En el terreno de la sexualidad, el hombre patriarcal está desposeído de cualquier modelo de cercanía, comunicación y dulzura. Su sexualidad está organizada alrededor de la genitalidad y la penetración.

Por supuesto, su orientación “normal” es la heterosexual siendo vista como no viril la homosexualidad. Este rechazo se extiende a cualquier orientación sexual que no sea la heteropatriarcal. El hombre patriarcal se siente superior a toda persona de orientación sexual no hegemónica

Refuerza el dualismo sexual, la posición de “macho” del hombre, así como la normalización de cierta promiscuidad sexual (es cosa de hombres)

 

Los estereotipos

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Rol femenino, atención al hombre.

En el imaginario del hombre patriarcal, si cumple con estos requisitos, será validado como hombre. Y esto le otorgará una sensación de pertenencia así como un privilegio, social, laboral y (supuesto) “éxito ante las mujeres”.

Si el hombre no cumple con estos requisitos no será considerado hombre (no tendrá ese “privilegio”). Este no deja de ser una forma de control del patriarcado sobre los hombres.

Todos estos elementos no son vistos como una discriminación de la mujer. «Sencillamente hombre y mujer somos así y cumplimos con estos papeles»

 

El Patriarcado y las emociones

También las cuatro emociones básicas (las que constituyen los cimientos del mundo emocional) han sido debidamente asignadas. A saber:

 

  • Rabia. Aceptada en el hombre, especialmente si se la confunde con la fuerza. La rabia es mal vista en la mujer. A menudo se oye hablar de “marimachos” cuando una mujer expresa esta emoción o derivados de la misma. Si bien no puede ser entendida como la única causa, es fácil, desde aquí, deslizarse hacia la violencia machista.
  • Alegría. Se acepta en el hombre, poco en la mujer. La expresión “una mujer de vida alegre” lo dice todo. Recientemente hemos visto también como abogados defensores de violadores han utilizado el argumento de que la víctima, pocos días después de la violación, estaba con amigos y amigas pasándolo bien. La idea de fondo es que, después de una violación, la mujer no puede disfrutar de la vida. Y si lo hace, es que se le supone haber provocado o disfrutado de la violación.
  • Tristeza. Se considera la tristeza como debilidad para afrontar la vida. Por lo tanto el hombre, al «ser fuerte», no puede manifestar tristeza. Para muchos la tristeza crónica es solo cosa de mujeres. Esto llega al extremo que un hombre puede enmascarar una depresión.
  • El miedo es inaceptable en el hombre, es otro signo de debilidad. Sin embargo es, incluso recomendable en la mujer pues el miedo la infantiliza con todas las consecuencias derivadas de ello. Desde un supuestamente bienintencionado papel protector del hombre, hasta el miedo que retrasa las denuncias ante la violencia machista

 

Hombres pro feministas y patriarcado

Los grupos de hombres pro feministas trabajamos para redefinir una masculinidad más inclusiva y empática. Igualitaria y diversa. Rechazamos los roles estereotipados para atender a la Vida y la persona en su individualidad. Conscientemente nos consideramos hombres pro feministas en vez de feministas por cuanto entendemos que aunque nuestra intención sea la de llegar a una igualdad completa, en nuestro universo interior sigue viva la figura del «macho» predominante.

Añadir a esto que aun cuando en nuestra intención está el renunciar a los privilegios que nos otorga el patriarcado, no siempre lo hacemos. Aquí cabe añadir un trabajo de conciencia para detectar y superar inercias.

Entendemos también que en este trabajo debemos apoyarnos en lo social y colectivo. Es uno de los requisitos para salir de lo individual/patriarcal para poner en valor la fraternidad/sororidad.

Hasta el próximo artículo, recibe un cordial saludo

www.josepguasch.com

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El patriarcado y los hombres pro feministas. Josep Guasch, coach, psicoterapeuta, consulta de coaching y psicoterapia (Asertividad, liderazgo, terapia de pareja, celos, ludopatía, etc…) en Sabadell y Terrassa.

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