Emociones y hombres. ¿Qué nos pasa con el mundo emocional? Inteligencia emocional y masculinidad. Nuevas masculinidades y procesos terapéuticos en Sabadell.

La inteligencia emocional no debe basarse en hablar «acerca de», es más bien sostener y vivir las emociones.
A menudo escucho a amigos y compañeros de activismo decir aquello de “yo no soy machista”. A veces de un modo explícito, otras veces de un modo indirecto. Y yo creo que sí, sí somos machistas. Y no quiero con esto darme con un látigo (yo siempre he sido más hedonista que masoquista). Tampoco estoy resignándome ni vanagloriándome del machismo de los hombres.
Creo que solo desde la aceptación honesta (que no resignada) podemos avanzar en la deconstrucción de la masculinidad hegemónica.
El discurso políticamente correcto está bien. Pero es sólo el principio, sospecho que algunos hombres se quedan en eso, lo políticamente correcto. Y no es suficiente, a veces es incluso perjudicial. Creo que es necesario ahondar algo más, por eso el título “emociones y hombres”
¿Los hombres no tenemos emociones?
¿Los hombres no tenemos emociones? Claro que las tenemos…. Pero selectivas. ¿Y las emociones tienen que ver con nuestro machismo? Pues sí y lo veremos con ejemplos.
También veremos cómo machismo, (algunas) emociones y hombres están muy ligados.
Antes de empezar, matizar lo que he expuesto. No estoy haciendo una apología del machismo ni mucho menos. Más bien al revés. Pero quiero ser realista.
Como terapeuta soy consciente que lo que aprendemos de pequeños no se va de un día para otro. Y más aún si está acompañado de una fuerte presión social. Es necesario un norte y tenerlo claro. Pero una cosa es tener claro el objetivo y otro haberlo conseguido.
La nueva masculinidad tiene una asignatura pendiente. Integrar la inteligencia emocional como una parte de la vivencia diaria. No tanto como una teoría.
Conseguir una afinidad entre los hombres y las emociones es una asignatura pendiente en la masculinidad. Y si no superamos (vivencialmente) esta carencia, sólo nos quedaremos en palabras vacías.
Hombres y emociones, sentimientos, emociones secundarias…
Existe un extraño maremágnum semántico entre los teóricos de lo emocional. Yo, que congenio más con la praxis, no me llevo muy bien con el mundo de los conceptos. Sin embargo, por suerte algo está claro, el concepto emoción, a saber:
“Conjunto de reacciones orgánicas que experimenta un individuo cuando responde a ciertos estímulos externos que le permiten adaptarse a una situación con respecto a una persona, objeto, lugar, entre otros”.
Inteligencia emocional vivencial y masculinidad, un reto pendiente.
Aunque hay otros modelos, para simplificar en este artículo utilizaré el de las 4 emociones básicas
– Rabia
– Alegría
– Tristeza
– Miedo.
En el artículo El patriarcado y sus mandatos señalé algo acerca de las 4 emociones básicas. Y también cómo el patriarcado articula la relación entre emociones y hombres mediante presuposiciones impuestas.
Así, rabia y alegría son entendidas como inherentes a las emociones del hombre. Tristeza y miedo, al ser etiquetadas en esa confusión entre debilidad y vulnerabilidad no son consideradas tan propias de hombres, 🙄 . Por supuesto hablo de estereotipos patriarcales vinculados a emociones y hombre.
En cuanto a los términos sentimientos y emociones secundarias tienen otras connotaciones. En lo que concierne a este artículo me centraré en algunos aspectos, no en todos. Utilizaré preferentemente el término emociones secundarias.
Las emociones secundarias y el aprendizaje en sociedad.
Las emociones secundarias son compuestas, algo más elaboradas y, sobre todo, aprendidas. Les acompaña, también, un fuerte componente social y valorativo, una suerte de creencias.

Algunas emociones se aprenden… y pueden des aprenderse...
Las emociones básicas son inherentes a nuestra condición de mamíferos y anteceden a las secundarias. Estas últimas las vamos construyendo hasta, más o menos los 8 años. Y esto es muy importante para entender el vínculo hombres y emociones.
Un ejemplo no muy extraño: Un niño, vive la realidad de papá como un ser (semi)ausente. Consecuentemente es mamá quien más le cuida. Habrá integrado, inconscientemente, el mandato “mamá debe cuidar de mí”. Ha vivido con tanta naturalidad los cuidados de la madre que asume, implícitamente, que es un deber de mamá cuidarle. Y, peor aún normalizará los descuidos de su padre.
Así, se enfadará más con su madre que con su padre al ser desatendido. Es otra forma de ese mandato “a las madres se le exige perfección, a los padres… no tanto”. Por supuesto esto es así siempre y cuando no exista una educación (llamémosle) correctora de la situación.
Pero esto va mucho más allá. ¿Qué ocurre cuando un hombre asesina a su pareja (o ex-pareja) y, acto seguido, se suicida? El suicidio no es ni explicación ni justificación del asesinato, pero algo ha ocurrido en ese arrebato. Veamos ejemplos habituales.
Hombres y emociones secundarias. Desarrollo social y mezcla de emociones.
La frustración es una de las emociones secundarias que pueden provocar más desacuerdos en pareja. Nace de una expectativa previa, muchas veces alimentada por los mitos del amor romántico. Cuando esta expectativa (responsabilidad de quien la construye) no se ajusta a la realidad, aparece la frustración.
Por ejemplo, imaginemos que en una reunión social la mujer disiente de su pareja (hombre en este caso). Él cree (expectativa/creencia) que su mujer nunca debe “disentir de él” en público. Pero además, para este hombre existe una relación de significado perversa pero muy habitual: “Si ella disiente de mí, quiere decir que no me respeta”. No olvidemos que hasta no hace mucho subyacía el principio de autoridad en el eufemismo “cabeza de familia/hombre”.

¿Vivimos desde la cabeza los hombres?
Así pues tenemos una creencia instalada desde la infancia que vincula a este hombre con emociones concretas. Probablemente nunca vio a su madre llevando la contraria a su padre en público. Esta es una impronta (experiencia/s significativa/s de referencia) no verbal que se instala como una creencia firmemente arraigada. Pero hay más: otra/s creencias vinculadas a los hombres y las emociones.
La doble naturaleza emocional de la frustración.
La frustración, como emoción secundaria, además de contaminada por lo cognitivo, es también mixta. La tristeza por la pérdida de la expectativa. Y también la rabia, a menudo dirigida “hacia afuera”. Esto si no somos capaces de entender que toda expectativa es responsabilidad de quien se la construye.
Tenemos pues rabia y tristeza unidas como vasos comunicantes en la frustración. Pero cuando nos miramos, hombres y emociones, nos damos cuenta que la tristeza no la llevamos nada bien. La tristeza implica pérdida y un hombre evaluado por los estándares del patriarcado es fuerte, dominante. La pérdida es mal aceptada.
Además, eso de llorar…. vuelvo al discurso del sólo bla, bla, bla…. Los hombres somos capaces de admitir verbalmente que no pasa nada si lloramos…. Y he visto a esos mismos hombres, en círculos de trabajo emocional, receptivos y protegidos, explicar historias muy dolorosas… Y no he visto ni una lágrima…. 😯
Volvamos a la frustración y sus dos depósitos emocionales como vasos comunicantes Rabia y Tristeza. Si la tristeza no la sostenemos…. ¿por dónde expresamos la frustración?. Por la rabia.
Rabia, agresividad y violencia en el hombre.
La agresividad, como expresión de la rabia, se transforma en violencia para reivindicar algo que vivimos como un derecho. Pero sabemos que la violencia es un comportamiento aprendido al servicio de los propios intereses. En este caso, equivocadamente, al servicio de lo que creemos nuestro derecho.
En este punto el hombre expresa sus emociones desde un lugar profundamente patológico. Cree que tiene un derecho, cuando esto es solamente una expectativa. Una creencia de cómo deberían ser las cosas. Algunas creencias profundamente arraigadas, distorsionan la realidad. Entonces el hombre vive sus emociones como un derecho a reivindicar.

Vivir creativamente las emociones, aun cuando nos incomoden.
También sabemos que, muchas veces, la rabia encubre a la tristeza. Es más fácil para los hombres relacionarnos con emociones que supongan expansión (rabia y alegría) que con otras que supongan contracción (tristeza). Incluso, a veces, ambas mantienen un extraño vínculo:
Algunos de los que nos dedicamos a esto, nos gusta contar cuentos. Hay uno que viene como anillo al dedo a esto, el de dos amigas…. La rabia y la tristeza
Si pudiste escuchar el cuento, estupendo, sólo son dos minutos. Si no el mensaje es simple: la tristeza, a veces, encubre una rabia no expresada. Y lo mismo es cierto al revés. En el caso que nos ocupa de la frustración espero que haya quedado obvio el motivo. Especialmente en esa extraña relación hombre – emociones.
Pero el mundo de los cuentos es el que es. Puede servirnos para una comprensión profunda, pero la trinchera del día a día es otra. ¿Qué podemos hacer los hombres para, en estos contextos, llevarnos mejor con la frustración? Ahí van unas cuantas sugerencias.
RECONOCER (Y honrar) LA TRISTEZA
– Una pregunta que puede formularse en modo genérico o bien situacional:
¿Qué me hubiera gustado que hubiera sido y, sin embargo, no fue?
La primera parte de la pregunta me pone en contacto con la ilusión de la expectativa. También con el implícito de la responsabilidad en la construcción de la misma.
– Reconsiderar las creencias implícitas.
– Aprender a pedir asertivamente.
– Desarrollar la empatía.
– Aprender a responder en vez de reaccionar. La respuesta viene de un espacio en el que respiramos y re-consideramos la situación. La reacción es rápida y automática.
– Aprender a sostener la frustración. Reconocer la propia responsabilidad en la expectativa auto-creada.
– Sostener la tristeza, respirarla y examinar qué pasa en mi interior cuando la reconozco. Bien sea en mí o en otra persona. Por ejemplo, cuando un amigo se divorcia.
Por supuesto no entender la tristeza como victimismo o un modo de llamar la atención.
Hombres y emociones: Conclusión

Darnos cuenta de las emociones, conciencia emocional.
Estos elementos cognitivos y emocionales siguen apareciendo, como implícitos, en las vidas de muchas familias. Y lo que vivimos en la infancia no se disuelve por una simple declaración de lo “correcto políticamente”. Es tanto como decir “sé que es malo fumar pero esto no me habilita para dejarlo si tengo la adicción”.
Para una profunda re educación emocional del hombre es necesario un trabajo vivencial. No solamente teórico, documentado y bienintencionado.
Lo expuesto es, por supuesto, solo una orientación. Salvar esta brecha entre hombres y emociones requiere, en ocasiones, un proceso vivencial y terapéutico.
Hasta el próximo artículo,recibe un cordial saludo,
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