Hábito y adicción. ¿Costumbre o adicción?, consulta Sabadell, Terrassa y online. Josep Guasch, psicoterapeuta, coach, sesiones de psicoterapia online y presencial (PNL, Hipnosis, Terapia Gestalt, Análisis Transaccional, Niño interior, Terapia fatiga pandémica) en Sabadell y Terrassa
A veces, cuando pregunto, ¿Cuál es tu problema?, algunos clientes dicen… «el tabaco», «la comida», «el alcohol». Entonces me permito cuestionarles, respetuosa e irreverentemente: – el tabaco, el alcohol, la comida…no son un problema. Por supuesto, no lo son si no los consumes en exceso, comida y alcohol, por ejemplo. O incluso algunos mejor no consumirlos en absoluto (tabaco, cocaína, cannabis…).
Entonces, ¿Cuál es el problema?. El problema real es la conducta adictiva. Y ¿Qué es, pues, una conducta adictiva y en qué se diferencia del hábito? ¿Se trata de costumbre o adicción?
¿Qué es un hábito, qué es una adicción?
Un hábito puede ser beneficioso, por ejemplo recorrer siempre el mismo camino al trabajo pues es el mas rápido. Aunque, a veces, puede suponer una rutina que nos aparta de otras posibilidades. Por ejemplo, no enterarnos que han abierto otra vía de comunicación más rápida o agradable.
El diccionario de la R.A.E. establece las siguientes definiciones:
- Hábito: Práctica habitual de una persona, animal o colectividad.
- Adicción: Hábito de conductas peligrosas o de consumo de determinados productos, en especial drogas, de los que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o fisiológica.
Así pues, una conducta adictiva es un hábito con ciertas características. Entre otras, la necesidad de un tratamiento. Ampliaremos más adelante estas distinciones.
Así pues, una de las fronteras entre hábito y adicción es el peligro o perjuicio que supone.
Hábito y adicción, la transición de lo uno a lo otro
Cualquier hábito empieza siendo una conducta esporádica. Así, por ejemplo, los ocasionales primeros cigarros de un adolescente, o tomar café, de vez en cuando, en determinado bar, o comerse una bolsa de palomitas viendo una película, o una cerveza durante un partido de fútbol…
Esta conducta se vuelve un hábito por la repetición constante asociada (o no) a momentos, lugares o personas. Siguiendo los ejemplos anteriores, el adolescente que fuma siempre que está con un amigo determinado, el café que toma Juan en el mismo bar los martes y jueves a las 10 de la mañana. Cada domingo vamos al cine o al fútbol, por lo que cada domingo consumimos palomitas o cervezas.
¿Costumbre o adicción?. La diferencia que marca la diferencia
Si estos hábitos se mantienen dentro de un «consumo moderado», no hablaríamos aún de conducta adictiva. Pero es difícil en algunos de ellos, como el tabaco y, ocasionalmente, el alcohol no alimentar una espiral creciente de consumo. Y con ello la necesidad de un tratamiento.
Por otra parte, estamos hablando de sustancias potencialmente adictivas (café, tabaco y alcohol). Se supone que los alimentos no lo son, aunque habría mucho que discutir sobre el modo en que se procesan algunos y las respuestas que generan en el organismo.
En este caso, la frontera entre costumbre o adicción es el control del consumo.
Sabemos también que algunas personas tienen una mayor predisposición genética que otras a quedarse «enganchadas» a drogas, incluso legales, como el alcohol. Esto, y el nivel de tolerancia, explica cómo dos personas que han consumido lo mismo (generalmente en la juventud) pueden, una, desplegar una conducta adictiva (y la necesidad de tratamiento), y la otra no. En el próximo artículo trataré este tema.
Hábito y adicción. La diferencia en la práctica.
¿Costumbre o adicción? Veamos algunos parámetros prácticos.
Una adicción es siempre un hábito; un hábito no tiene por qué ser una conducta adictiva. ¿Cuál es la frontera entre ambos? Existen tres variables que delimitan claramente la diferencia:
1.- Cuando supone algún perjuicio evidente. Por ejemplo, tomar más de cinco cafés al día. Médicamente está comprobado que superar esta cantidad es especialmente perjudicial.
2.- Cuando la persona es incapaz, o debe aplicar un sobreesfuerzo, para moderar el consumo. Imaginemos, por ejemplo, que para relajarse alguien necesita cinco cervezas en dos horas. Si no lo hace, no se relaja.
3.- La persona adicta nunca podrá volver a un consumo moderado, especialmente en la adicción a sustancias. Aun cuando se haya conseguido mantener un periodo de sobriedad. El <<sueño dorado>> de muchos adictos es el de volver a un «consumo moderado». Pero este «de vez en cuando» ya no es posible sin el riesgo de volver a la conducta adictiva. Cualquier tratamiento debe tener esto en cuenta.
Imaginemos alguien que, en un día de verano, tiene mucha sed. Delante tiene una jarra de agua fría, en cantidad suficiente para paliar su sed, y al lado, una copa de bebida alcohólica. Solamente podrá elegir una de estas dos alternativas. ¿Imaginas cuál será la diferente elección entre un adicto al alcohol y otro que no lo es?
En definitiva, la persona adicta ha perdido su capacidad de elegir y, por lo tanto, su libertad.
La dificultad de establecer límites
Por supuesto, las fronteras entre hábito y adicción están, en lo teórico, delimitadas, pero no siempre en la práctica. Veamos el ejemplo de un profesional que acostumbra a tomar un cerveza, siempre, después de trabajar, para relajarse. Si se ve forzado a no hacerlo, se siente mal, pero a lo largo del día, sólo bebe esa copa. El componente de dependencia de ESA cerveza es obvio, sin embargo su consumo no supone un perjuicio evidente. Es más una dependencia psicológica que física. Este es un ejemplo extremo, pero hay muchas gradaciones y matices entre hábito y adicción.
También es cierto que el «craving» (deseo de consumir, especialmente durante un periodo de abstinencia), depende en muchas ocasiones de diferentes contextos (personas, situaciones, lugares…). Es por esto que una de las primeras medidas en el tratamiento de adicciones es alejarlos de los entornos en los que consumieron. El eventual craving es, pues, un parámetro importante para delimitar si es costumbre o adicción.
«Yo controlo» «Yo lo dejo cuando quiera». La paradoja de la adicción.
En cierta ocasión, en la barra de un bar, un hombre con evidentes signos de embriaguez espetaba «a grito pelado» a un amigo suyo: «esto yo lo controlo», «esto yo lo dejo cuando me dé la gana». Es obvio que no «controlaba» y que dejarlo cuando le diera la gana era cuestionable.
No siempre la persona adicta es ajena a su dependencia. Pero sí cuando dice «yo controlo» o «lo dejo cuando quiera». Esta necesidad de justificarse es, la mayor parte de las veces, un indicio más que razonable de dependencia. Un comportamiento adictivo nunca es controlado mientras siga manteniéndose, es él quien controla. Por otra parte, si pudiera ser controlado sería, como mucho, un hábito que aún no ha generado dependencia.
Estas frases suelen ser la válvula de escape del adicto cuando se siente cuestionado. O, incluso, cuando la conducta adictiva ya ha ocasionado algún estropicio evidente en su vida.
Las adicciones precisan un tratamiento especializado, adjunto unas recomendaciones del gobierno vasco. Entre ellas incluye un programa de prevención del alcoholismo en menores, y otro para dejar de fumar.
En el próximo artículo trataremos el concepto «nivel de tolerancia», especialmente en el consumo de sustancias adictivas.
Hasta entonces, recibe un cordial saludo.
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