Etapas del duelo, consulta en Sabadell, Terrassa y online. Josep Guasch, psicoterapeuta, coach, consulta de coaching y psicoterapia (Hipnosis, PNL, , Terapia Gestalt, Niño interior, Análisis Transaccional)

Podemos hacer aflorar energía de donde parece que no queda.
Vimos en el anterior artículo las Tres primeras fases del duelo. También vimos en Terapia para el duelo. Psicoterapia de la pérdida cómo es necesario entender este proceso como un ajuste progresivo a la realidad. Pero este ajuste es, necesariamente, de tipo emocional. Esto quiere decir que toda terapia irá orientada a integrar lo que, emocionalmente, viva la persona. Es preciso tenerlo claro. Pues si bien el sentido común es necesario, no siempre es el mejor asesor en la terapia de la pérdida.
Veremos a continuación las siguientes etapas del duelo en función de los dos modelos ya señalados anteriormente.
Etapas del duelo: La negociación
Para comprender esta etapa del duelo en el modelo de las cinco fases es preciso entender algo esencial. Elisabeth Kübler-Ross, fue una psicoterapeuta que extendió el ámbito de la terapia a los enfermos terminales. Es decir personas que enfrentaban SU propia muerte. Posteriormente extrapoló las etapas del duelo a personas que enfrentan, por ejemplo, el fallecimiento de un ser querido. Pero existen diferencias obvias que examinaremos ahora.
Debemos entender esta etapa como un intento desesperado por evitar la fase de «desolación o depresión». Aceptar de un modo definitivo la pérdida o la ausencia. Y los intentos en esta etapa del duelo por evitarla son unos cuando quien muere es uno mismo. Y son muy distintos cuando “el que queda aquí” enfrenta la muerte de un ser querido. Esto condiciona modalidades de intervención en la terapia distintas. Veámoslo de un modo práctico:
Etapas del duelo: La negociación al enfrentar la propia muerte
Tras pasar las anteriores etapas del duelo, la persona en estado terminal elabora fantasías. Estas pueden tener que ver con una intervención milagrosa, otras terapias, segundas opiniones etc… Incluso algún tipo de promesa a cambio de….

La negociación, una etapa del duelo.
Es un intento de no admitir lo doloroso pero inadmisible, dejar de ser. De nuevo indicar que este tipo de fantasía es normal en esta etapa del duelo. Por supuesto siempre y cuando no se establezca definitivamente.
La cosa cambia cuando la persona enfrenta el fallecimiento de un ser querido. Al haber transitado las anteriores fases, es absurdo ahora pretender que esa persona resucite. Pero sí puede alimentar la esperanza de que, “desde algún lugar” me sigue y cuida. Y aunque, hasta donde sabemos, es una fantasía, no es algo patológico. Siempre y cuando no se ancle definitivamente en esa esperanza. “Sólo” es una de las etapas del duelo.
Pero, como veremos más adelante, puede tomar otro matiz. No olvidemos que esta fase de la negociación tiene una finalidad en sí misma. Y esta no es más que prepararnos para la etapa del duelo más dura. La desolación asociada a la aceptación incondicional de la pérdida y ausencia. Y esta aceptación debe serlo desde la totalidad de la persona. En terapia podemos prever esta fase y preparar la contención en la siguiente etapa del duelo.
La fase de la negociación ante una separación o divorcio
Veamos ahora otro ejemplo muy habitual, la realidad de una separación o divorcio. Aquí la negociación puede aparecer, aun habiendo transitado las anteriores etapas del duelo. Y es más habitual de lo que creemos. Es el intento de volver a la relación con un “propósito de enmienda”, o con un “hemos cambiado”, etc.… Por supuesto son excusas conscientemente bienintencionadas… pero en la mayoría de los casos, eso, excusas.
Algunos autores pretenden que esta fase pueda darse al principio. Es decir durante la negación. Pero existe un matiz importante, en la negociación no existe una negación real del hecho en sí. La pérdida existe y no se discute. En este momento lo que existe es una huida del dolor. Y esto puede verse muy fácilmente cuando atendemos a las siguientes etapas del duelo del modelo de siete fases.
Etapas del duelo: La culpa
Siguiendo con la metáfora propuesta por Bucay, es la fase en que empieza a coagular la sangre. Es lo que coloquialmente conocemos como la “costra”. Y, del mismo modo que es la sangre la que provoca los coágulos, la culpa es de una materia similar a la rabia. Veamos cómo encaja en las etapas del duelo:
En este momento empezamos a sentirnos culpables por todo. “Por no haberle dicho cuánto la quería”. “O no haberle tratado lo suficientemente bien”. “Por no haber sido suficientemente eficiente en el trabajo antes que me despidieran” “O por no haberle recomendado ir a otro médico”, por… por…
Un sentimiento peligroso, la culpa
Pero la culpa es una emoción… contaminada. Es preciso hilar muy fino en terapia para desbrozarla de la responsabilidad. Para mí es un sentimiento, es decir una emoción más una etiqueta cognitiva o una creencia. Al mismo tiempo, está compuesta de dos emociones básicas, rabia más tristeza. La culpa, en esta etapa del duelo, tiene tres contaminantes básicos:
– Omnipotencia.
– Crítica.
– Evasión.

Sentimiento de culpa y duelo.
Si me siento culpable, me acuso a mí mismo (crítica). Y me puedo acusar de, por ejemplo, no haberlo hecho todo lo mejor que hubiera podido. Es decir, parto de la presuposición que en mi mano estaba haber hecho todo lo posible. O sea, un presupuesto de omnipotencia.
Pero mientras me entretengo en esta farsa maquiavélica de la culpa evito el siguiente paso. Evito sentir la impotencia que es lo opuesto a la omnipotencia. Me evado de aceptar definitivamente lo inevitable. La pérdida.
La desolación es la más dura de las etapas del duelo. Todo el proceso emocional hasta ahora ha sido una aproximación a la siguiente fase.
Esta culpa puede traer un proceso de masoquismo y victimismo perversamente alambicado. En el que me engullo como un hámster en su noria giratoria. Creo que avanzo, pero… no.
Cómo hemos “engullido” la culpa por ciertos mandatos religiosos es un tema digno de un trabajo enciclopédico. Solamente lo señalo, por supuesto no entraré a fondo en este trabajo sobre las etapas del duelo.
Pero bueno, como decimos en PNL , «todo comportamiento tiene una intención positiva”. Y la intención, como ya he señalado anteriormente es la evasión. El tercer contaminante de la culpa.
Culpa, duelo y retroflexión
Antes de pasar a la siguiente etapa del duelo, una última anotación para mentes curiosas. En terapia Gestalt hablamos de un mecanismo de defensa llamado retroflexión. Básicamente es “hacerme a mí mismo lo que no me permito hacer a los demás”.
Por supuesto es un mecanismo del que no nos damos cuenta conscientemente. Esta es la esencia de la culpa, la retroflexión. En otro post hablaré sobre esto, pero para quien quiera investigar es un terreno fascinantemente sorprendente.
Etapas del duelo: La tristeza
La tristeza nos lleva al mundo de “lo que es”. La pérdida definitiva, sea que le encontremos o no sentido. La ausencia del otro que me conecta con mis vacíos internos.
Uno de los impedimentos para aceptar la tristeza es la idea “no puedo soportarlo”. Pero sí, si puedo soportarlo. No vale ahora la infantilización del adulto vestida de victimismo. Pensamientos del tipo “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”. ¿Por qué me ha “tocado” a mí? etc.… son la peor compañía.

La tristeza nos pone en contacto con la impotencia.
La tristeza es una emoción básica mediante la cual integramos una pérdida. Como emoción no contiene pensamientos, juicios, etiquetas…. Si la contaminamos con pensamientos la convertimos en un sentimiento recurrente. Puede ser lastima, auto conmiseración, victimismo, sufrimiento… en general sentimientos poco saludables. En este momento, aun cuando pudiera parecer contradictorio, la terapia se orienta a que la persona sienta la tristeza. No los sucedáneos de la misma.
Bucay propone la metáfora de la retracción del coágulo de sangre. Este movimiento es, literalmente, volverse hacia dentro. Es el sendero de la tristeza por una pérdida. Volver hacia dentro para enfrentar el temido fantasma de la soledad.
Es la etapa más dura y, a su vez, compartida por ambos modelos de las etapas del duelo. La herida de la ausencia se siente en carne viva. Es probable en esta etapa sufrir alucinaciones. Creer ver, oír, incluso oler… si la falta es la de un ser amado.
Otro tipo de pseudoalucinaciones, en esta etapa del duelo, tienen que ver con la confusión con la realidad. Puede, por ejemplo, traerme al recuerdo la mujer que tanto amé la mirada de una chica que “pasaba por ahí”.
Los peligros del duelo no completado en separaciones y divorcios.
Cabe añadir en este ejemplo un problema muy común. No diferenciar a la “chica que pasaba por ahí” con la proyección de la mujer que amé. Si el duelo no se completa (en el caso de las separaciones) puedo creer que me enamoro de alguien. Y la realidad es muy distinta, me enamoro de lo que proyecto en la otra persona. El recuerdo consciente o inconsciente, para bien o para mal de quien ya no está conmigo. Y, por desgracia, veo mucho este problema en consulta.
Está bien que rehaga mi vida afectiva. Pero mejor hacerlo transcurrido un tiempo, el tiempo necesario para elaborar la pérdida. Pues si no lo hago así no recibo realmente a la otra persona que aparece en mi vida. Recibo a quien creo que es en función de mis fantasmas y filtros. Y por este motivo es necesario vivir la desolación de la tristeza en su cruda realidad. Los sucedáneos nos apartan de la experiencia y, hasta que no la transitamos, no la superamos. Por este motivo, a veces parece que la terapia, nos desmonte más que nos alivie. Pero esto es momentáneo… y necesario.
Identificación con lo perdido y fecundidad.
Puedo, siguiendo con el ejemplo anterior, sentirme afortunado por haber conocido a esa mujer. Y saber que, con ella, viví el amor. Es el principio de la salida del túnel oscuro de la tristeza. Esta etapa del duelo se le puede llamar la de la fecundidad o la identificación. Empiezo a ver la pérdida como “lo que tuve”. Es decir, el foco de la atención ahora está en lo que disfruté o aprendí con esa persona. Ya no tanto en lo que perdí.

La identificación con lo perdido pone en evidencia los aprendizajes adquiridos.
La melancolía suele ser el referente básico en esta etapa del duelo. La melancolía es una emoción compuesta de alegría y tristeza. Alegría por lo vivido y tristeza por lo que ya no está. Es un paso sutil, pero importantísimo pues en el mundo emocional empieza una lenta transformación.
El peligro de esta etapa es la idealización derivada de la identificación.
Siguiendo con el ejemplo anterior puedo idealizar a mi ex pareja. Pensar que no hay otra mujer como ella. Que no voy a tener esa suerte otra vez.
En esta etapa del duelo es, en parte normal, esta idealización. Nos empuja a salir del pozo de la tristeza.
Amelia Barr lo definió magistralmente con esta frase:
“Todos los cambios están más o menos teñidos con la melancolía porque lo que dejamos atrás es parte de nosotros mismos.”
Siguiendo con la metáfora de Bucay, esta etapa es la de la reconstrucción tisular. Es decir, por debajo de la costra, el tejido de la piel y, eventualmente, muscular se va regenerando. A su vez, va empujando el coágulo hacia fuera.
Algo nuevo va emergiendo, ya parece que la terapia va surgiendo efecto. Pero aún necesita desprenderse de algo más.
Etapas del duelo: Aceptación y Restablecimiento.
La vida sigue. Es la frase que puede definir mejor que nada este momento. Del mismo modo que en la piel queda la cicatriz, sigue el recuerdo, eso no se borra. Otra cosa es cómo lo vivimos y qué hacemos con él.
La añoranza ya no interfiere en la actividad diaria más allá de los momentos de memoria. Pero suele ser un recuerdo agradecido o, en su caso, no intrusivo.
No obstante esta etapa del duelo precisa de un ulterior trabajo interno.
Creo que Bucay describe magistralmente esta última elaboración. Lo resume en dos palabras: discriminación e interiorización.
Discriminación: Vimos que uno de los peligros de la identificación es la idealización. En el ejemplo propuesto idealizo a la mujer que ya no está conmigo. Pienso que no encontraré otra como ella que me impulse a amar con la misma intensidad. Aquí puedo aprender a diferenciarme, no dejarme perder en la fantasía utópica. No hago mía esa imposibilidad de amar pues reconozco, ahora sí, que la perfección no existe.
Interiorización: Sin embargo, puedo reconocer las enseñanzas que, a su paso, me regaló esa persona, ahora ausente. Valoro, en su justa medida, lo vivido y lo aprendido. Por supuesto entiendo el aprendizaje como algo vital, no exclusivamente conceptual.
En el ejemplo podríamos resumirlo en una frase. “Reconozco en mí los regalos que ella trajo a mi vida. Los reconozco, honro y quiero. Estando en mí, son parte de mí y, a su vez, yo soy más que ellos.”

La aceptación de la pérdida desde todos los niveles del ser
Ahora sí, esta es la última de las etapas del duelo.
Y hasta aquí este artículo por hoy. Hasta el próximo recibe un cordial saludo.
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